La Fundación Wilberforce del Perú es una organización no gubernamental dedicada a la investigación académica independiente para la promoción de políticas públicas.
Proyección de los posibles escenarios de la actuación política de los evangélicos en el 2023
Por: Oscar Amat y León & Miguel Ángel Castro
Se inicia el año 2023 en un contexto muy convulsionado para la sociedad peruana, en medio de una realidad compleja y violenta, en la cual los sectores evangélicos han jugado un rol de defensa del orden vigente, por encima de la justicia y de los intereses de los sectores más vulnerables.
El 2022 ha sido un año en que miembros del liderazgo evangélico relacionados con el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP) lamentablemente han fallecido (Víctor Arroyo, Pedro Merino) o su salud se ha visto afectada (Pedro Arana), dejando un espacio vacío que rápidamente ha sido llenado por líderes neopentecostales (Eduardo Concha, Cristian Scheelje, Miguel Bardales) quienes han asumido un control de los espacios representativos de los evangélicos (CONEP/UNICEP) y ahora se encuentran en pleno proceso de obtener legitimidad, a todo costo, ante los organismos de la sociedad civil donde el CONEP formaba parte.
En medio de este contexto global (social y eclesial) el Centro de Investigación en Religión y Política (CIERP) presenta lo que consideramos serán las grandes tendencias de los próximos escenarios de actuación política de los evangélicos, en los cuales se producirá el debate sobre el eje: Religión, Género y Derechos Humanos en el Perú del 2023:
1. Los nuevos «caminos de unidad»
En el Perú, desde la crisis religiosa en torno al debate producido en el mundo evangélico por la aprobación del artículo 50 de la Constitución del Perú, en 1993, existen dos federaciones que procuran representar a los evangélicos: por un lado, tenemos al Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP), la más antigua, que data de 1940 y que recibió el reconocimiento de parte del informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación por su rol protagónico en la defensa de los Derechos Humanos en el Perú, durante el período (1980-2000). De otro lado, a raíz del debilitamiento del CONEP y finalmente ante su anuencia a la aprobación del artículo 50 de la Constitución Peruana de 1993 anteriormente mencionado, un grupo de iglesias no denominacionales vinculadas al sector neopentecostal, acusaron al CONEP de aceptar condiciones, sobre la igualdad religiosa, que no eran las más favorables para los evangélicos. Estas iglesias aspiraban lograr constitucionalmente, una situación de igualdad de privilegios con la Iglesia Católica. Ante esta situación las iglesias insatisfechas con el rol representativo del CONEP formaron, en 1993, la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP), en un clima de crisis institucional y enfrentamiento entre ambas organizaciones.
Con las crisis sufridas por el CONEP desde 1993 (su debilitamiento institucional, la pérdida de varias denominaciones evangélicas miembro, su profunda crisis financiera y la salida de varios de su líderes más representativos) todo esto ha llevado a que la presencia de liderazgos vinculados al mundo neopentecostal tengan una mayor fuerza y presencia tanto en las asambleas como en las Juntas Directivas elegidas al interior del CONEP. Es así que la última elección la presidencia de la Junta directiva haya recaído en Eduardo Concha, pastor de la Iglesia Agua Viva, una iglesia neopentecostal con muchas afinidades, a nivel de visión y estrategias, con el proyecto de UNICEP. En la práctica el copamiento neopentecostal del poder en ambas federaciones crea las condiciones para que en el 2023 ambos espacios sean la plataforma eclesial para las coordinaciones con el trabajo de los congresistas evangélicos anti-derechos y para que los neopentecostales obtengan una mayor presencia en los espacios de sociedad civil en los que participan, desde la defensa de una agenda pro vida y pro familia, teniendo en su horizonte teológico y político, la lucha contra la así llamada «ideología de género».
Material repartido por CONEP y UNICEP en un evento organizado por el congresista Alejandro Muñante, octubre 2022. Ahora entendemos mejor cuál es la nueva historia que ambas instituciones tienen por escribir.
2. La aventura política de los evangélicos
En el 2023, los evangélicos seguirán deslumbrados por las muestras de poder e influencia de los evangélicos políticos. Si bien en la actualidad no todos los evangélicos están de acuerdo con que los creyentes participen activamente en política, este grupo es cada vez más reducido. La discusión en la actualidad gira en torno a cómo debe ser la participación de los evangélicos en la política. Y en este caso, las opiniones son amplias y variadas.
Hay algunos sectores que estarían dispuestos a implantar una teocracia evangélica, en base a una lectura fundamentalista de la ley de Dios, siendo capaces de convertir los pecados personales en delitos civiles. Hay otro sector que durante el 2023 seguirá en aumento y que es más proclive a la defensa de los roles de la familia tradicional. Este grupo está abiertamente en contra del enfoque de género y la igualdad entre hombres y mujeres en la iglesia y la sociedad. Este sector pretende utilizar la política para la defensa de la visión y los intereses de las iglesias evangélicas, por lo cual, seguirá gozando de la aprobación de los sectores eclesiásticos evangélicos.
Pero además, en el 2023, se volverá más clara y más peligrosa para la democracia, la existencia de un sector político evangélico, más pragmático en cuanto a defender sus propios intereses y a sus aliados no evangélicos. Este sector usará en apariencia el discurso conservador y apelará a la moral evangélica para legitimarse, pero su principal pretensión serás asegurarse un espacio más estable dentro de la clase política, disfrutar de los beneficios de ser protagonista en la opinión pública y no tendrá escrúpulos para sostener alianzas políticas con sectores que participan de la corrupción y otros delitos, siempre y cuando éstos tengan una apariencia de lucha contra la así llamada «ideología de género». (Ver el concepto de «políticos antiderechos» en el trabajo de Amat y León & Condor, 2020, en: https://bit.ly/3GeZ7h3)
Este sector justificará sus alianzas ya no en base a la calidad moral de sus aliados, sino que estará dispuesto a minimizar las inconductas personales de sus colegas políticos o las violaciones de derechos humanos que se cometan, sobre el supuesto que solo Dios puede juzgar a sus ungidos (pastores o políticos) mientras que éstos afirmen una postura claramente pro vida y pro familia.
Congresista evangélico Alejandro Muñante, junto con otros miembros de su bancada.
3. El nuevo discurso eclesial: ser una iglesia relevante
En el año 2014 el pastor Robert Barriger, de la iglesia Camino de Vida (una de las iglesias neopentecostales más conocidas en el país) publicó un libro que se llama «La iglesia relevante» en el cual se brindan consejos sobre cómo producir el cambio del modelo tradicional de hacer la misión de la iglesia a un modelo más «moderno» y actualizado a las características culturales y las preferencias de consumo religioso de la juventud. De esa manera, piensa el autor, la iglesia se vuelve un modelo atractivo para la gente no evangélica y se vuelve una comunidad visible, irresistible, notoria y relevante. En síntesis, es un llamado a pasar -eclesialmente hablando- del mundo tradicional y rural, al mundo moderno y urbano:
«Hoy día encuentro esta curiosidad: en nuestra iglesia tenemos la posibilidad de llegar a muchos pueblos olvidados en la sierra alta del Perú. Ahí podemos ver lugares donde los padres y abuelos han practicado por generaciones las mismas costumbres y tradiciones. Se visten igual que sus antepasados de hace 500 años, trabajan sus cultivos tal y como sus padres, abuelos y antepasados lo hicieron. La mayoría son analfabetos, no tienen que leer ni escribir porque se levantan temprano para ir a trabajar en sus cultivos y regresan tarde a casa para dormir. Por otro lado, sus hijos tienen Facebook y se comunican por correo electrónico. Esto nos dice que las fronteras del mundo en la actualidad están cayendo».
Lo interesante del caso es que en el último desayuno del año, organizado por la Sociedad Bíblica Peruana , llamado «Ser iglesia en el año 2023», los tres conferencistas del evento (Concha, Scheelje y Bardales) desarrollaron de manera implícita y explícita, ideas relacionadas con el concepto de ser una iglesia relevante en el 2023, como pueden verlo en el siguiente video: https://bit.ly/3GfY2WC.
El objetivo es lograr visibilidad y prestigio a través del manejo de las adecuadas relaciones con el poder político, con el establecimiento de relaciones clientelistas con grupos poblacionales necesitados a quienes se puede deslumbrar con donaciones provenientes del exterior, dejando de lado tradiciones y prácticas evangélicas que no están más acorde con los tiempos contemporáneos y que más bien se convierten en un obstáculo cultural para la llegada de otros sectores sociales de mayor nivel social a las filas de los evangélicos, ahora convertidos en «cristianos a secas». Y es que muchas de estas iglesias prefieren referirse a sí mismas como iglesias cristianas, en lugar de utilizar el término «evangélicas», asociado a sectores rurales y pobres urbanos.
Eduardo Concha, presidente del CONEP, en conferencia «Ser iglesia en el año 2023», organizada por la Sociedad Bíblica Peruana (SBP).
«La visibilidad en este mundo es tan importante como la habilidad. En la actualidad no solo debemos tener habilidad sino también visibilidad. Ser visible para que la gente se dé cuenta de nosotros, para poner nuestro mensaje entre los cinco mil diarios que ellos ven, y que nuestro mensaje sobresalga para que se den cuenta del poder que tiene. Hoy día hay mucha «bulla» en el mundo, pero recuerda: nuestro mensaje puede ser admirado, observado y oído. La iglesia tiene que tener visibilidad»
Barriger, R. (2014). Una iglesia relevante.
Por lo cual creemos que en el 2023 las iglesias evangélicas, especialmente las consideradas como las mega iglesias de corte neopentecostal, pretenderán obtener una mayor aceptación por parte de la opinión pública haciendo uso de sus recursos humanos y materiales, con la intención de ampliar sus niveles de influencia, obtener reconocimiento del estado y otras instituciones, competir en la tutela moral del país con la iglesia católica y ser capaces de introducir los elementos de su agenda pública en la mayor cantidad de espacios posibles del estado y la sociedad civil.
Y estos sectores de la iglesia evangélica van a realizar esta acción como parte de su sentido misionero, movilizando a su feligresía a asumir una serie de compromisos para lograr la famosa relevancia, no solo como un elemento de prestigio social, sino como una manera de prevenir el avance del comunismo, el pensamiento progresista y la «ideología de género». La iglesia evangélica movilizará un espíritu de cruzada para «salvar» al Perú no solo espiritual o religiosamente, sino para «salvarlo» de caer en el gobierno de ideologías de izquierda, a las cuales se les identifica como la personalidad del mal a nivel político.
«La filosofía que yo prefiero seguir es esta: los cristianos somos sal y luz en la tierra; los cristianos debemos estar en esos lugares (música, TV, artes, política, etc.) para ejercer influencia. Y si Dios está ordenando a la iglesia cambiar, tenemos que cambiar. (…) Mi mentor, el doctor Edwin Louis Cole, dijo lo siguiente: «Cuando Dios ordena cambio, el cambio vendrá de arriba por revelación o de abajo por revolución. Pero siempre vendrá». Es mucho mejor, de hecho, cambiar a los líderes de arriba por una revelación que por una revolución. Pero si Dios ordena el cambio en la iglesia, es tiempo de cambiar.»
Barriger, R. (2014) Una iglesia relevante.
4. Una feligresía sumisa y otra insumisa
Diversos estudios realizados en el Perú (Oscar Amat y León & José Luis Pérez, 2020, 2021 y 2022) han demostrado que en materia electoral, por ejemplo, los evangélicos no votan en las elecciones generales según las consignas u orientaciones de los principales líderes pastorales de sus iglesias ni de sus operadores mediáticos. El voto evangélico, se ha concluido, es diverso y variado. A diferencia de otros países, en el mundo evangélico peruano no es totalmente cierto que «el hermano vota por el hermano».
Asimismo, en la encuesta aplicada a creyentes evangélicos en Ayacucho, Lima y San Martín, en el estudio realizado por (Amat y León & Condor, 2021) se comprobó que los miembros de la feligresía no opinan de la misma manera que sus pastores que participan en el Colectivo Con Mis Hijos No Te Metas, en temas como: el enfoque de género en educación, el derecho a decidir en las mujeres y la necesidad de la educación sexual integral en las escuelas. Según este mismo informe: «Es interesante notar que el 64% de la población encuestada cree que sí se debe enseñar Educación Sexual a los niños y niñas en los colegios. Sorprende que la población evangélica en su mayoría no haya internalizado el mensaje en contra de la enseñanza de la ESI en la escuela.»
Sin embargo, existe un amplio espectro de creyentes evangélicos que siguen las opiniones políticas y las orientaciones morales de sus pastores como si éstas fueran parte de la doctrina del cristianismo o del credo oficial de sus denominaciones. La pretensión de tener libertad de opinión sobre temas públicos en las iglesias evangélicas es un bien muy escaso. La espiritualidad de un creyente es medida, en la mayoría de ellas, en función del principio de obediencia a la autoridad pastoral, antes que, de la libertad de conciencia o del libre examen de las Escrituras.
Por tanto, en el 2023 aumentarán las tensiones entre sectores evangélicos a nivel de conflicto de mentalidades y choque de cosmovisiones; las cuales se expresarán en la toma de distancia de un sector evangélico pensante y dialogante, respecto de las líneas más autoritarias y fundamentalistas del liderazgo mayoritario evangélico. Un buen número de creyentes evangélicos, entusiasmados por el eje de la libertad cristiana y la lucha por la justicia, profundizarán en una búsqueda de la experiencia espiritual no institucional, procurando un seguimiento de discipulado radical, tomando distancia de las relaciones con las componendas políticas, la corrupción y la manipulación religiosa en sus propias iglesias.
Por otro lado, en el 2023, amplios sectores del fundamentalismo religioso radicalizarán las medidas a tomar contra el pensamiento divergente y promoverán el seguimiento del pensamiento único, como valor religioso. En síntesis, podemos decir, que en el próximo año tendremos una iglesia evangélica insumisa y minoritaria que será claramente diferenciada de una mayoría evangélica, sumisa a la hegemonía de su liderazgo pastoral.
5. La cruzada contra la «ideología de género»
Una de los grandes objetivos del sector evangélico vinculado con los colectivos y movimientos anti-derechos ha sido la creación de una agenda pública que pueda movilizar a los diferentes sectores del mundo evangélico. Esto implica movilizar: a la feligresía evangélica, a sus liderazgos pastorales, a las iglesias independientes no denominacionales, a las grandes denominaciones evangélicas, a los seminarios e instituciones de educación teológica, a los ministerios para-eclesiásticos, a las ONG de inspiración evangélica y a las federaciones y otras organizaciones que representan a los evangélicos a nivel de las regiones.
Esta tarea ha sido cumplida de manera exitosa por los fundamentalismos político-religiosos con la creación del miedo a la así llamada «ideología de género», el cual ha sido popularizado tanto por el mensaje de ciertos sectores de la iglesia católica, como de la mayoría de las iglesias evangélicas. Es así que estos grupos han identificado la perspectiva de género con el resurgimiento del terrorismo y de la subversión en el país; han introducido la idea de la existencia de un conflicto cultural en torno al postulado que afirma que «el género es una construcción social», y de esta afirmación han derivado los juegos mentales más macabros que supuestamente irían en contra de la identidad de las personas, la destrucción de la familia o la homosexualización de la niñez.
Algunos de estos sectores evangélicos promotores de la agenda anti-género, han tratado de traducir el miedo y el conservadurismo de gente de iglesia, pero también de la ciudadanía en general, para convertir estos dos elementos en réditos políticos personales para candidaturas y postulaciones a puestos públicos en base a presentarse como si estos personajes fueran defensores de la decencia pública, la moralidad cristiana o el ordenamiento patriarcal. Sin embargo, la política del miedo ha traído resultados electorales relativamente poco auspiciosos hasta la actualidad. No todos los candidatos que han enarbolado las banderas pro vida y pro familia han logrado el éxito que esperaban, pero otros sí lo han logrado.
Por todo ello, afirmamos que en el 2023, la agenda pública pro vida y pro familia procurará ser convertida en una cruzada religiosa por los políticos anti-derechos para instrumentalizar el capital religioso de las iglesias evangélicas en beneficio del fortalecimiento de sus propios liderazgos. Esta cruzada será aceptada por líderes evangélicos que intentarán usufructuar la crisis política del gobierno actual, convirtiéndose en referentes de moralidad pública, empleando terminología como «lucha contra la corrupción», «integridad» y «defensa de la democracia» para desacreditar a las organizaciones que promueven los derechos humanos, para criminalizar la protesta y para auto convocarse como mediadores de los conflictos sociales en el país.
6. La oportunidad de las iglesia evangélicas en el interior del país
El crecimiento evangélico en el Perú, a nivel cuantitativo, ha ido disminuyendo con el paso de los años. Las iglesias evangélicas crecen pero no al ritmo que se esperaba. La alternativa de un cristianismo espiritual y no institucional ha venido aumentando en los últimos años, hasta el punto de convertirse en la gran tendencia estadística entre las preferencias religiosas de la población en un contexto de post pandemia.
El mundo evangélico en el interior del país que había sido un bastión de crecimiento y base social para las grandes denominaciones en el siglo xx, el día de hoy se encuentra en una profunda crisis de definiciones. Por un lado, existe un liderazgo evangélico urbano en las provincias, que intenta sin mucho éxito asimilar o copiar el modelo neopentecostal de ser iglesia, trata de seguir el paso de las tendencias provenientes del evangelicalismo limeño y se da cuenta que sus esfuerzos encuentran resistencia en tradiciones culturales andinas y amazónicas que son una resistencia a la fácil asimilación de los valores que éstas intentan promover.
De otro lado, existe un mundo rural evangélico aislado de los circuitos misioneros «modernizantes». Este mundo rural ha sido descuidado y desatendido por los liderazgos denominacionales, que desde Lima ejercen el gobierno de las iglesias. Es así que algunos elementos de la cultura popular andina y amazónica se han fusionado en el interior del país con la herencia evangélica produciendo signos de una nueva cultura popular y religiosa, que resalta la práctica de los elementos comunitarios, la solidaridad, la búsqueda del bien común y la afirmación de la justicia.
Este mundo evangélico provinciano ha sido reconocido por el informe de la CVR como un factor de resistencia a la presencia de Sendero Luminoso en el conflicto armado y cuya acción heroica ha sido estudiada por el antropólogo Ponciano del Pino, en su trabajo Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso (1996). Sin embargo, este sector evangélico provinciano es resistente muchas veces a los avances de los derechos sexuales y reproductivos, el enfoque de género y la lucha para erradicar la violencia contra la mujer.
Al mismo, tiempo la población juvenil, especialmente las jóvenes mujeres, así como las/los nuevos estudiantes de teología son dos sectores que en el 2023 marcarán una diferencia en la construcción de una manera de pensar más abierta y más favorable a la defensa de los derechos humanos. Para esto será necesario fortalecer la presencia de una educación teológica de calidad en las regiones, la popularización de programas de estudio en ciencias de la religión y la divulgación masiva de herramientas de educación popular para el estudio crítico de las Escrituras a través de redes sociales, a fin de reducir el avance de la influencia del fundamentalismo en las regiones. Asimismo, será necesario contar con una estrategia de encuentros pastorales regionales que impidan que los sectores anti-derechos coopten estos espacios, que por ahora todavía les son ajenos.
7. La atomización de los sectores «progresistas»
La iglesia evangélica en el Perú, desde la llegada de los primeros misioneros en el país en el siglo xix, tiene una larga historia de construcción de relaciones con sectores políticos y sociales a los que podríamos denominar «progresistas», en los inicios de la vida republicana esto se expresó en la formación de alianzas con sectores políticos liberales y anticlericales, en la búsqueda de la expansión de derechos civiles, entre los que se encontraba la libertad religiosa en el Perú.
Luego en el Perú de fines del siglo xix hasta mediados del xx, que luchaba por dejar de ser una república aristocrática, las iglesias evangélicas optaron por respaldar las protestas del movimiento indígena, los movimientos sociales de obreros y campesinos, así como a los nuevos partidos políticos revolucionarios, como el partido aprista de aquel entonces, liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre, un joven político que mantuvo una relación amical muy fuerte con el misionero presbiteriano escocés John A. Mackay, de quien recibió apoyo en un período de la historia en el que era común que los colportores o vendedores protestantes de de literatura evangélica llevaran en su equipaje, en la parte superior, los textos bíblicos a vender y debajo de ellos, ejemplares del diario La Tribuna aprista para su distribución.
En la época de la violencia política en el Perú (1980-2000) los evangélicos vinculados al Concilio Nacional Evangélico del Perú, diversos jóvenes teólogos y profesionales del movimiento estudiantil evangélico, así como muchas comunidades eclesiales en el interior del Perú contribuyeron activamente en el proceso de pacificación y defensa de los derechos humanos en el país construyendo un rostro público mucho más progresista ante la opinión pública, el cual muchas veces fue resistido como poco espiritual por los propios líderes evangélicos denominacionales, que creían ver en las acciones proféticas de este sector de la iglesia, una tendencia orientada hacia la izquierda política en el Perú.
«Cuando la violencia se tornó más sangrienta, en el período que el PCP-SL denomina del «equilibrio estratégico», los pastores de estas zonas consideraron que, consecuentemente con su misión religiosa, debían asumir una postura de defensa de la dignidad del ser humano. Esta convicción les permitió enfrentar abiertamente al PCP-SL. Su discurso religioso, que señalaba que por ser la vida creación de Dios, ésta no debía ser eliminada, marcó un hito importante en el procesamiento y respuesta de las congregaciones evangélicas rurales frente a la violencia política, frenando así la prédica del PCP-SL.
Para las iglesias metropolitanas, que cuentan con una mayor estructura organizacional y de recursos, la violencia era interpretada como la ausencia de Dios en el corazón de los hombres, primando como praxis la proclamación verbal del Evangelio para alcanzar la misericordia de Dios para nuestro país. Los condicionantes sociales y políticos no formaron parte de su lectura para entender la violencia política, y ésta fue interpretada desde una espiritualidad divorciada de su contexto social.
Caleb Meza, [director del CONEP en ese entonces] en una entrevista concedida para estos propósitos, señala que: […] con temor y vergüenza […] cuando presentaba los problemas de las iglesias rurales a los líderes denominacionales, la respuesta de ellos era: «Si les pasa algo, por algo será», «El Señor sabe por qué hace las cosas». No estaban muy convencidos que el sufrimiento del campo era injusto. De otro lado, los hermanos del campo tampoco estaban para quejarse, debían resolver sus problemas. Es posible también que el CONEP no haya jugado un rol de interlocutor válido, por no tener la autoridad de no vivir en la zona, de ser muy jóvenes para afrontar a los líderes mayores de las denominaciones. No nos tomaron muy en serio por ser jóvenes o porque nos tildaban de rosados o comunistas».
Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Tomo III, capítulo 3.
El giro institucional hacia la derecha política por parte de los organismos evangélicos y de los liderazgos pastorales es un fenómenos relativamente reciente en la historia de la iglesia en el Perú. Este hecho tuvo su origen en la crisis institucional del CONEP de los años 90, en el apoyo de los evangélicos al fujimorismo en esos mismos años y en el surgimiento de una vanguardia pastoral conservadora vinculada a la Fraternidad Internacional de Pastores Cristianos (FIPAC) que asumió como bandera política la lucha contra la así llamada «ideología de género» durante el siglo xxi.
El pastor y líder político Humberto Lay y el ex dictador Alberto Fujimori: con ellos se inició el proceso de participación política conservadora de los evangélicos en Perú.
A partir de allí se inició en el Perú una persecución pastoral hacia los liderazgos evangélicos que tenían una visión más progresista y ecuménica en la teología y en la política. Líderes religiosos progresistas fueron amenazados o prohibidos de enseñar en seminarios e instituciones teológicas, perdieron sus pastorados al interior de sus comunidades de fe; sufrieron la contracción o el cierre de los fondos de la cooperación internacional y el financiamiento externo; muchas de las ONGs de inspiración evangélica que sostenían proyectos de defensa de derechos humanos empezaron a competir cada vez más entre ellas por fondos cada vez más escasos y reducidos. Algunos líderes evangélicos progresistas al ver en riesgo su propia situación económica, personal y familiar, ofrecieron sus servicios de asesoría a proyectos evangélicos más conservadores o cambiaron su membresía religiosa a denominaciones evangélicas más conservadoras, para poder subsistir. De esta manera el movimiento evangélico progresista se vio atomizado y debilitado frente a la consolidación del poder del sector fundamentalista y conservador en el mundo evangélico durante buena parte del siglo xxi.
Según el investigador José Luis Pérez Guadalupe (2018), existe en el mundo evangélico «una tendencia fisípara y un ADN atomizador» que bien se podría aplicar a la condición de los liderazgos evangélicos de tipo progresista. Existe entre ellos una comunidad de ideales compartidos; sin embargo, los celos, las rivalidades, los personalismos y la competencia por encima de la cooperación, son vicios que debilitan la eficacia de su intervención e influencia social.
Por todo ello, podemos afirmar que en el 2023, los liderazgos evangélicos progresistas enfrentarán la alternativa de cooperar activamente entre sí, superando sus rivalidades internas o perderán la poca eficacia social que aun mantienen, frente al sentido de unidad institucional mostrado por las organizaciones fundamentalistas y antiderechos.
De la misma manera, en el 2023, las organizaciones de carácter secular que defienden los derechos humanos, incorporarán a los actores progresistas religiosos y sus discursos teológicos críticos en su estrategia para enfrentarse a los fundamentalismos político-religiosos, ante la opinión pública y el estado; desterrando paulatinamente la idea de que todo el cristianismo es esencialmente fundamentalista y anti-derechos. Asimismo, promoverán la idea del Perú como un país intercultural donde las personas puedan tener la libertad de decidir si desean o no seguir el camino del ateísmo, la religión o la espiritualidad sin ser discriminados por razones de conciencia; de otro lado, establecerán que el problema del fundamentalismo no está en la mera referencia al texto bíblico en sí, sino en la interpretación que a éste se le otorgue, recuperando el poder liberador del mensaje cristiano, despojándolo de su ropaje tradicional de defensa del orden social y patriarcal.