Las condiciones para seguir a Jesús

Reflexiones sobre el Podcast «La Otra Lectura del Evangelio» de Jesús Peláez: https://www.youtube.com/watch?v=J0Y8pmlHz0c

1. Más católicos en el mundo, pero ¿más o menos discípulos?

«A partir de 2018, hay dieciséis millones más de católicos en el mundo. En total había mil trescientos cuarenta y cinco millones de católicos registrados a finales de 2019, es decir, el 17,7% de la población mundial.»

«Los datos son concluyentes: la religión católica tiene un fuerte predominio en nuestro mundo actual. Claro que las estadísticas son del número de bautizados… Estas cifras no nos dicen cuántos de los bautizados cumplen en sus vidas con las condiciones que Jesús pide a sus seguidores. De esto, ciertamente, no tenemos -ni tal vez podamos tener- estadísticas. Menos mal. Pues así como el número de católicos ha aumentado en el mundo, tal vez no podamos decir que ha aumentado el número de seguidores de Jesús.»

2. ¿Es lo mismo ser católico, que ser cristiano?

«Y es que para ser católico -que no es igual que ser cristiano o seguidor de Jesús de Nazaret- la Iglesia exige en realidad muy poco. Por lo común, se bautiza a los niños recién nacidos, y apenas se exige nada a sus padres; todo lo más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del bautismo y el vago compromiso de actuar en cristiano, educando al niño según la Ley de Dios y de la Iglesia.»

Otra vez nos encontramos con una discusión que más allá de los asuntos semánticos, tiene profundo significado teológico: ser católico (o evangélico), ser cristiano y ser discípulo, ¿cuándo se volvieron cosas tan diferentes y, en algunos casos, tan opuestas?

«Sin embargo, esto no era así al principio. Para ser cristiano, o lo que es igual, discípulo y seguidor de Jesús, este ponía unas duras condiciones que llevaban a pensárselo seriamente a quien quería ser su discípulo. Pocos seríamos cristianos si, para ello, tuviéramos que cumplir a raja tabla las tres condiciones exigidas por Jesús a sus discípulos:

3. Lo que cuesta seguir a Jesús

Primera condición: Jesús tiene la prioridad

“Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Para el evangelista Lucas, el discípulo debe subordinarlo todo a la adhesión al maestro o, lo que es igual, a creer en él. Si en el propósito de instaurar el reinado de Dios, Evangelio y familia entran en conflicto, de modo que ésta impida la implantación de aquél, la adhesión a Jesús tiene la preferencia. Jesús y su plan de crear una sociedad alternativa al sistema mundano están por encima de los lazos de familia. En otro lugar dice el evangelista Lucas que “llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: -Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les replicó: -¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: -He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ese es hermano mío y hermana y madre”.

«En este texto se da un claro contraste entre la familia de Jesús que se queda fuera y los que están sentados en corro en torno a él, esto es, los que creen en él y se han adherido a su enseñanza. La madre y los hermanos representan en este pasaje al antiguo Israel del que procede Jesús y a los judíos de su comarca. Jesús no sale fuera, sin embargo, sino que se vuelve a los que están sentados en torno, indicando que va a crear una nueva familia, independiente de la raza que sean, o del pueblo al que pertenezcan, formada por “quienes cumplen el designio de Dios”, o lo que es igual, quienes se adhieren a su estilo de vida. Jesús no se considera vinculado a su pueblo (madre, hermanos) que rechaza el mensaje (“que están fuera y que quieren que salga del círculo de seguidores”), sino a cualquiera que le dé su adhesión.»

«Con anterioridad a esta escena dice el evangelista que “fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud de gente que no podían ni comer. Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio” (Mc 3,21). Y también los letrados decían de Jesús: “Tiene dentro a Belcebú” (Mc 3,22) y más adelante: “Es que iban diciendo: -Tiene un espíritu inmundo” (Mc 3,30). Para el antiguo Israel, que rechaza a Jesús, este se identifica con Satanás. De esa misma idea participan sus discípulos a lo largo del evangelio en el que Jesús llega a llamar a Pedro nada menos que “Satanás”, al que era representante del grupo de los doce, pero partícipe de la doctrina oficial de los fariseos” (Mc 8,33).

Segunda condición: cargar con la cruz

“Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,27). Cargar con la cruz se ha entendido como aceptar las dificultades de la vida con resignación, e incluso en sentido más positivo, sacrificarse por los demás. Pero no se trata de hacer sacrificios o mortificarse, que se decía antes. No. Se trata simplemente de aceptar que la adhesión a Jesús conlleva la persecución por parte de la sociedad, persecución que hay que aceptar y sobrellevar como consecuencia del seguimiento. Por eso hay que pensárselo seriamente antes para no hacer el ridículo. “Ahora bien, si uno de vosotros quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? Para evitar que, si echa los cimientos y no puede acabarla, los mirones se pongan a burlarse de él a coro, diciendo: -Este empezó a construir y no ha sido capaz de acabar-. Y si un rey va a dar batalla a otro, ¿no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente al que viene contra él con veinte mil? Y si ve que no, cuando el otro está todavía lejos, le envía legados para pedir condiciones de paz.” No hay que precipitarse. Hay que sopesar las fuerzas a la hora de decidir hacerse discípulo suyo.»

Tercera condición: renunciar a lo que tiene

«Por si fuera poco dar la preferencia más absoluta al plan de Jesús y estar dispuesto a sufrir persecución por ello, el evangelio continúa: “Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío.” Casi nada. Así como suena. Renunciar a todo lo que se tiene es condición para ser discípulo de Jesús, pues esta renuncia es el camino idóneo para poner fin a una sociedad injusta en la que unos acaparan en sus manos los bienes de la tierra que otros necesitan para sobrevivir. Sólo desde el desprendimiento se puede hablar de justicia, sólo desde la pobreza se puede luchar contra ella. Sólo desde ahí se puede construir la nueva sociedad, el reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra.»

Para quienes quitamos con frecuencia lo que incomoda del Evangelio, para quienes nos gustaría que las palabras y actitudes de Jesús fuesen menos radicales, leer estos textos resulta muy duro, pues el Maestro nazareno es tremendamente exigente.

«Las condiciones que exige Jesús a sus seguidores, no obstante, son formulaciones extremas, representan la utopía, la meta a la que hay que tender. Pero, de hecho, se comienza a ser seguidor de Jesús cuando uno se pone en el sendero que conduce a la meta. No debe cundir, por tanto, el desánimo. Antes bien, de cada uno de nosotros depende dar los pasos necesarios para alcanzar la meta, aunque nos lleve toda una vida. En esto consiste realmente ser cristiano o seguidor de Jesús, algo realmente muy distinto de ser católico o estar bautizado, sin más compromiso.»

4. Preguntas para la reflexión

  • ¿Dónde se nos ha quedado la utopía en la conciencia eclesiástica? ¿Con que otros proyectos religiosos hemos reemplazado el horizonte exigente del proyecto de Jesús?
  • ¿Cuál es el compromiso que perseguimos al identificarnos con una organización eclesial?: ¿traer más gente, entregar todo nuestro tiempo y recursos a la organización, hacer «carrera» dentro de la Iglesia, llenar nuestro vacío personal?
  • ¿Qué sentido tiene ser parte de una Iglesia si no se asume el compromiso del seguidor y el horizonte utópico y transformador del proyecto cristiano? ¿Podrá acaso una fe como esa, salvarnos?

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