Los antiderechos no son conservadores

A raíz del hecho que la academia parece haber despertado a la idea de considerar la importancia de la acción política de los sectores religiosos evangélicos y fundamentalistas, ha surgido la necesidad de encontrar una nomenclatura que se ajuste a las características de su accionar. Y una de las primeras formas en que los académicos se han referido a estos grupos es denominarlos «conservadores» o «ultra conservadores».

En realidad me parece un término poco feliz para describir la manera de hacer política de, por ejemplo, Muñante y compañía en el Congreso del Perú. Mucho premio llamar «conservadores» a estos sectores antiderechos. Porque el evangélico promedio es efectivamente conservador, especialmente en lo moral y lo religioso, pero ese mismo evangélico promedio no es fundamentalista, ni vota necesariamente a favor de la agenda moral profamilia y provida.

En una investigación realizada por Betsabeth Condor y Oscar Amat y León, en los departamentos de Lima, San Martín y Ayacucho se realizó una encuesta a más de 1000 personas evangélicas, entre los resultados más interesantes figuran los siguientes:

  • Más del 80% de los encuestados conocían al movimiento «Con Mis Hijos No Te Metas».
  • Más del 60% opinaba que los evangélicos sí deberían participar en política.
  • Más del 60% opinaba que era necesario que las/los estudiantes recibieran una formación en Educación Sexual Integral en los centros educativos.
  • Casi el 80% de los encuestados pensaba que la educación con enfoque de género es peligrosa para la niñez peruana.
  • Más del 20% de los evangélicos encuestados creían que las mujeres tienen derecho a interrumpir su embarazo por algún motivo, especialmente en casos de riesgo de vida de la mujer.
  • Y el 40% de los encuestados no creía que el movimiento feminista tuviese como objetivo la destrucción de la familia en el país.

Se puede consultar el documento completo de esta investigación en:

¿Por qué entonces, favorecer el uso de un término que parece que vuelve más grande y más numeroso al movimiento antiderechos? Es innecesario. Creo que una de las alternativas éticas que hay que profundizar para fortalecer la democracia es hacer el deslinde entre la mayoría de los evangélicos, probablemente conservadores, pero también personas interesadas en la justicia y en el bien común, distingiéndolos conceptualmente de esta otra camarilla de «políticos de Cristo», como diría el profesor Leonildo Silveira para referirse a estos aventureros de la política, quienes están obnubilados con su tarea de detener el avance de los derechos humanos en el Perú porque sienten que los cambios que están ocurriendo en el mundo les lleva a perder el poder y el control religioso con el que han estado acumulando: dinero, influencia y presencia pública.

No actúan en la política porque quieren defender su postura ética o moral, ni para defender los intereses de los evangélicos como grupo social; lo que pretenden es asentarse en el poder religioso y político para beneficiarse económicamente a sí mismos y a sus empresas eclesiásticas, y para obtener poder para lograr imponer su visión reaccionaria del mundo a toda la ciudadanía. Para esto no les interesa restringir la libertad de las personas, promover el retiro del Perú del sistema internacional de derechos humanos o restringir el trabajo de las ONG que actúan del lado de las personas que sufren vulneración de su dignidad. Para ellos todo vale, si de restringir derechos se trata.

En este sentido, los políticos antiderechos han perdido el rumbo ético. Su enfoque es obtener resultados a cualquier costo, incluso utilizando la mentira, la desinformación o la intimidación. De conservadores estos señores no tienen nada. Sin embargo, para tratar de camuflarse con el sector evangélico, se disfrazan de líderes religiosos con discursos que invocan textos bíblicos en eventos y marchas que aparentemente tienen un contenido religioso o moral, cuando en realidad son meras acciones políticas. Si tuviéramos que utilizar un lenguaje típicamente religioso diríamos que los evangélicos antiderechos han entrado a la política y han terminado contaminándose con los esquemas mundanos que decían combatir. «Han sido pesados en balanza y han sido hallados faltos». (Daniel 5:27)

¿Es un crimen ser gay?

En efecto, hay un grupo de personas opositoras a Alejandro Muñante y de todo lo que representa, que están difundiendo esta imagen como signo de que dicho personaje sería un «gay arrepentido». O sea, alguien que asumió y vivió su orientación sexual alternativa, pero que movido por una ideología religiosa postuló luego que todo lo LGTBIQ+ es la encarnación de lo satánico.

El panorama real acaso sea mucho peor. No se trata de un individuo que decide particularmente y para efectos de su muy peculiar existencia que ser LGTBIQ+ es algo «malvado» que «debe» ser objeto de «conversión» para volver al «camino correcto».

Se trata de alguien que postula que como Iglesia se debe hacer una campaña que invite a todos los integrantes de la comunidad LGTBIQ+ a que «asuman» y a que «reconozcan» que tener una orientación sexual distinta de la heterosexualidad es algo intrínsecamente perverso, que ningún individuo podrá ser una buena persona, un correcto ciudadano y por cierto, mucho menos, un buen cristiano, si decidiera «permanecer en el pecado» de ser LGTBIQ+.

El criminalizar a alguien por lo que es se llama derecho penal de autor, que no sanciona a nadie por haber hecho algo incorrecto, sino precisamente por ello: por ser algo en específico.

Su última encarnación oficial (porque extraoficialmente eso siempre ha habido, está habiendo y me temo que seguirá habiendo) fue el derecho penal nazi, que precisamente sancionaba con la muerte a los integrantes de la comunidad LGTBIQ+, igual que a los gitanos, que a los rosacruces y que a los judíos. No porque hubieran hecho algo indebido, sino porque eran LGTBIQ+, gitanos, rosacruces o judíos: el crimen es su mera existencia.

Creo que Alejandro Muñante todavía no postula que se criminalice ser LGTBIQ+, pero al paso que vamos, ¿faltará mucho para ello?

¡Alerta de fundamentalismo!

¿Deben los evangélicos participar en política?

Al observar el comportamiento político de la mayoría de representantes evangélicos en el Congreso, y en general, el de las autoridades evangélicas en los diferentes espacios de poder a nivel nacional, uno se queda pensando si los evangélicos realmente deberían participar en política.

Hace unos años, el debate sobre la participación evangélica en política tenía una connotación de reivindicación del derecho de una minoría religiosa a verse representada en el espacio público. Mientras que, el día de hoy, el debate es más bien si los evangélicos que han conquistado lugares de representación pública, reflejan un mínimo de la ética evangélica que durante casi 150 años ha caracterizado la reflexión y el quehacer de las y los evangélicos en el Perú.

La cosa se ha puesto tan fea en cuanto al contenido de las propuestas de los políticos evangélicos, y sus formas de actuación son tan impresentables, que hace un par de días, un conocido pastor pentecostal, Darío López, se hacía la pregunta en una de sus publicaciones en Facebook: «¿Y este señor? ¿En serio es evangélico?», reaccionando a uno más de los disparates políticos del congresista Alejandro Muñante.

Los juegos de la democracia nos dirán que es legal que la sociedad organizada en movimientos y partidos políticos brinde su aporte, por ejemplo, en el campo de las políticas públicas o en el caso de las religiones, promoviendo un ideario o una doctrina social. Sin embargo, cuando la sociedad siente que necesita protección de las pretensiones totalitarias de las religiones que buscan restringir el avance de los derechos humanos, o cuando se quiere imponer una visión de un grupo religioso en particular a toda la ciudadanía, restringiendo las libertades, entonces, estamos en problemas y en serios problemas.

Para terminar esta nota mientras preguntamos a nuestra audiencia qué opinan acerca de si los grupos religiosos, como los evangélicos, deberían o no participar en política de una manera confesional, les dejamos el enlace a un video publicado por el Observatorio de los Fundamentalismos, del Centro de Investigación en Religión y Política – CIERP, en donde la congresista, también evangélica, Milagros Jáuregui ofende abiertamente a la comunidad LGBTIQ+, señalando que cuando están con unas copas encima, estas personas actúan como animales, refiriéndose a su vida sexual. ¿Cuánto más deberemos seguir soportando como ciudadanía los abusos, la ignorancia y la estrechez de corazón de los representantes y autoridades evangélicas y sus ofensivas y estrambóticas formas de pensar y hacer política? ¡Parece que no tienen vergüenza!: https://youtu.be/AQb9iOjtK14